20 nov 2008

NEW YORK






La hora de reunión está fijada en la planta baja del hotel a las 5’15 para ir a la salida de la maratón. Medio dormidos nos vamos reuniendo, y a las 5’30 nos dirigimos hacia los autobuses que nos llevarían a la salida de la maratón que esta situada en Staten Island, uno de los cinco distritos de NY que cruzaremos durante la carrera. Sólo salir por la puerta del hotel notamos el frio y el aire de las mañanas de NY. Ya en el autobús mientras oímos los consejos de un miembro de Sportravel de cómo, según su opinión, debemos afrontar la maratón, comemos unas barritas energéticas y platos que nos ha regalado Sportravel. Tras unos 40 minutos, llegamos a la salida de la M, nuestro autobús se pone detrás de muchos otros que por turnos van vaciándose. Desde las ventanas ya vemos pasar un rio de corredores que se dirigen a las zonas de espera predestinadas según el color del dorsal (Azul, Naranja y Verde). Vemos a corredores con mantas, sacos de dormir, esterillas, abrigos, cartones y hasta tiendas de campaña, Entre nosotros nos reímos porque no entendemos la necesidad de tan formidable equipamiento. A las 6’ 30 más o menos, nos tocó el turno de bajar del autocar, un grupo de voluntarios muy amables nos dirigían hacia un enorme descampado capaz de albergar a los 40.000 corredores: Todos los Go’s decidimos estar juntos en la zona naranja al menos hasta la salida. En el recinto naranja, al igual que en los otros, repartían café, té, agua y unos roscos de pan (“bagels”?). Ni deciros que el frío y el viento eran bastante intensos, fue en ese momento cuando empezamos a entender el porqué de las mantas y los sacos, todos los que estábamos por allí combatíamos el frío como mejor podíamos. Los afortunados que tenían mantas o sacos los aprovechaba al máximo, nos se les veía ni la cabeza. En una parte del recinto había una carpa, prácticamente solo techo, en la que ya no cogía un alfiler. Rafa, Héctor, Enric y Carmen se refugiaron todos juntos en un mínimo espacio libre que encontraron dentro de la carpa, Juan Lluis, Xavido y yo nos quedamos fuera, pero creo que hacía el mimo frío dentro que fuera, como poco después pudimos comprobar. Por suerte pudimos encontrar un cartón (un bien muy buscado y muy escaso) para, al menos, evitar el césped húmedo en el trasero. La verdad es que más que un recinto de corredores a la espera de hacer una maratón, parecía un campo de refugiados. No me extiendo más, pero aconsejo a los que piensen correr la Maratón de NY que vayan muy, pero que muy, abrigados si no quieren pasar 4 o 5 horas tiritando como nos pasó a algunos de nosotros. La ropa la teníamos que dejar, al menos una hora antes de la salida, en una bolsa transparente que nos había facilitado la organización. A las 8’30 decidimos dejar la ropa que no pensábamos tirar por el camino en el camión correspondiente a nuestro dorsal. A pesar del aire y el frio que hací me alegre de que me hubiera tocado salir por la parte de arriba del puente de Verrazano ya que las vistas eran muy bonitas. La salida estaba situada al principio del puente que une Staten Island con Brooklyn. El ancho del puente estaba dividido en tres carriles separados por unos bloques de cemento. A pocos minutos de la salida me asomé al carril central, y ya la ropa sobrante de los corredores había inundado todo el carril. Por fin dieron la salida: El himno americano y, cuando dieron la salida, New York New York de Frank Sinatra, en otra ocasión se me hubiera puesto un nudo en la garganta, pero con el frio que estaba pasando casi ni podía oír la canción. El primer kilómetro y medio es todo subida por el puente para bajar otro tanto, a mi derecha podía ver unos barcos que expulsaban surtidores de agua de colores y a lo lejos los enormes edificios de Manhattan. Todo un espectáculo digno de saborear a pesar del frío y el viento que se colaban por las dos camisetas y el pañuelo del cuello que llevaba. En los puentes no pueden estar los espectadores, así que nada más dejar el puente y entrar en Brooklyn la animación no se puede explicar. De estar durante tantas horas viendo corredores muertos de frío a sentir a miles de mujeres, hombres y niños animando, tocando todo tipo de objetos, dando ánimos y gritando todo lo que leían en las camisetas. Van cayendo los kilómetros y la animación sigue igual, muchos grupos de música, y miles de personas ofreciéndote plátanos, agua y sobretodo alegría y ánimo. Siguen las subidas y bajadas pero lo tenia tan presente que casi me es igual. Ya en Pulasky Bridge y en plena cuesta está situada la media maratón, según nos habían dicho es a partir de ese punto donde se hace más dura la M. Seguimos por las calles de Queens y entramos a Queensboro Bridge. este puente une este barrio con Manhattan y da a la First Avenue. Por esta calle se corren unos 5 kilómetros con continuos toboganes que se hace interminable, yo miraba hacia abajo para no ver lo larga e interminable que era la calle. Las calles de NY están llenas de baches y muchos desniveles, en más de una ocasión al dar el paso me he encontrado con un enorme vacio que me ha desestabilizado hasta el punto de casi caer. Ya es un constante los corredores que me adelantan al igual que yo adelanto a otros. Las caras empiezan a mostrar sufrimiento y no respondemos con una sonrisa o con gritos a las muchas personas que siguen animándonos.
Entramos en Central Park ya de vuelta en Manhatan. Sé que me quedan por delante algunas millas muy duras, el día anterior había paseado por esa zona y lo conocía. Y yo que pensaba que tras 40 Km. pasar por el Paralelo era como subir al Everest, pero después de la experiencia neoyorkina, pasar por el Paralelo me parece una cuesta abajo. No veo la meta porque hay que dar una curva de 90 grados y entrar de nuevo en Central Park
La emoción es enorme cuado veo a lo lejos, y también en cuesta, la meta; creo que la gente grita, pero no la oigo. Unos metros antes de llegar, paso por el arco que indica 26,2 Millas. Por fin llegó el final soñado.

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